La saliente secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, es sin duda una de las mujeres más destacadas en la historia política de Estados Unidos.
Este jueves el nominado a reemplazarla en el cargo, John Kerry, inició su intervención en las audiencias de confirmación en el cargo resaltando el destacado legado que Clinton deja en el cargo.
Ella misma compareció el miércoles ante el Congreso para responder por las críticas a su actuación durante la reciente crisis de Bengasi.
La funcionaria sigue acaparando titulares de prensa, buenos y malos, como lo ha hecho por casi dos décadas, y pocos creen que deje de hacerlo en el futuro.
Vinculada para siempre con la carrera política de su esposo demócrata Bill Clinton, Hillary cambió el papel de lo que era ser primera dama, ya fuera del estado de Arkansas -cuando Bill Clinton fue gobernador- o de la nación -cuando fue presidente.
Esa estrecha relación la sometió a las mismas críticas, reveses y escándalos que acosaron la gestión de su marido y que continuaron aún cuando ella, por sus propios méritos, incursionó y fungió en varios cargos de servicio público. Pero lo que ha caracterizado su larga carrera es la habilidad de levantarse de todos esos golpes y seguir adelante con mayor determinación.
Equipo Clinton
Aunque no había ocupado un cargo público, Hillary Clinton había estado políticamente muy activa y vinculada a varios casos prominentes -particularmente a la investigación por el caso Watergate contra el entonces presidente Richard Nixon en 1974- antes de casarse con Bill.
"Desde un comienzo Bill Clinton dejó en claro que él consultaba con ella todo lo que tuviera que ver con su gobierno y solicitaba sus puntos de vista", comentó Jennifer Lawless, profesora de Gobierno y directora del Instituto de Mujeres en la Política de la Universidad Americana (AU) en Washington.
"Cuando Bill se lanzó a la presidencia en 1992 su argumento inicial fue que el pueblo estaría recibiendo a dos por el precio de uno", expresó Lawless a BBC Mundo.
Era evidente que no se iba a ajustar al estereotipo de la típica primera dama y que iba a estar muy interesada en ayudar a configurar la agenda política de su marido pero esa misma estrecha relación le crearía los mismos enemigos y la untaría de los mismos escándalos.
El primero saltó en plena campaña presidencial cuando una modelo y actriz, Gennifer Flowers, acusó al candidato de llevar una relación extramatrimonial con ella durante varios años ofreciendo todo tipo de detalles escabrosos.
Al comienzo Bill Clinton negó la relación pero, cuando finalmente la admitió, Hillary salió en televisión al lado de su esposo reconociendo el desliz, reiterando su apoyo incondicional y determinación para seguir adelante con la campaña.
"Ese fue el primer ejemplo en público de que esta era una aguerrida pareja que no dejaría que la opinión pública frenara sus perspectivas políticas", dijo la académica de AU. "Es una resistencia mutua que ambos comparten".
De una arena a la otra
Al comienzo del gobierno de Clinton, la primera dama fue asignada por el ejecutivo a encabezar una comisión para la reforma de la salud, una parte fundamental de las promesas de campaña.
La reforma fracasó y muchos la culparon a ella.
Hillary Rodham Clinton pudo haber abandonado la política. En cambio, decidió tomar otro rumbo dentro de ésta.
Se convirtió en embajadora global para asuntos de la mujer y fue la principal portavoz en la Conferencia Mundial en Pekín, en 1995, promoviendo los derechos femeninos como derechos humanos. Fue una función que le dio oportunidad de viajar internacionalmente y representar a Estados Unidos y el gobierno de su marido en un ámbito no tan controvertido como el de la salud pero que resaltó sus habilidades para promover políticas que ella y el gobierno apoyaban.
"Al ser derrotada en una arena política no dudó en emprender la lucha en otra. Es parte de su táctica", explicó a la BBC Jennifer Lawless. "Siempre ha sido capaz de levantarse del piso, sacudirse el polvo y continuar hacia adelante".
¿Cinismo, feminismo o interés?
A mediados del segundo gobierno de Bill Clinton, estalló el escándalo de Monica Lewinsky, una pasante de la Casa Blanca con la que el presidente tuvo una relación sexual en 1997.
Para este entonces la oposición política y la prensa se habían abalanzado sobre los Clinton en lo que Hillary llegó a llamar en un momento "una conspiración de la derecha" que hurgaba en cada recodo de sus vidas.
Hillary también enfrentaba las críticas del contingente feminista que se preguntaba cómo ésta mujer podía continuar al lado de un esposo infiel y supuesto adultero consuetudinario.
Jennifer Lawless de la Universidad Americana señala que, pese a que el presidente estuvo acusado de mentir ante un tribunal, el pueblo estadounidense lo percibió estrictamente como un escándalo sexual. Esa percepción, dice, les permitió manejar con cuidado el escándalo y "rebotar".
"Al fin de cuentas esto es un matrimonio y queda en manos de las dos personas decidir cómo quieren continuar y si están dispuestas a olvidar y perdonar", manifestó a la BBC.
"No creo que la decisión de Hillary de continuar con su marido fue una afrenta al feminismo. El feminismo puede convivir con las convicciones religiosas que ella expresó que le dieron el valor para continuar".
Otros, sin embargo, la acusaron de pura y cínica motivación política. Que todas las decisiones tomadas a lo largo de su vida estaban calculadas dentro de un gran plan político. La crítica encontró mayor sustento cuando Hillary lanzó su candidatura al Senado por el estado de Nueva York, en 2000.
Por sí sola
Pero la profesora Lawless resaltó que ese fue el momento más bajo en la popularidad de Bill Clinton y que sus pretensiones a la Cámara Alta se vieron amenazadas por el escándalo. Así que tuvo que distanciarse de su esposo e inició una organizada campaña en la que se familiarizó con las necesidades de los neoyorquinos y demostró su dedicación.
No solo ganó ampliamente el escaño pero "se desempeñó como una trabajadora incansable sin esperar un trato especial", según Lawless. Quizás la mejor demostración de su buena labor fue la facilidad con la que fue reelegida en 2006 y el hecho que tanto demócratas como republicanos tuvieron pocas cosas negativas que decir de ella durante su tiempo en el Senado.
El camino, pues, estaba allanado para lo inevitable: la campaña para aspirar a ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
Desde su anuncio fue considerada la primera en la lista de candidatos demócratas a la presidencia. Hillary Rodham Clinton tenía un respaldo sin precedentes de donantes y políticos trabajando para su campaña. Era difícil imaginar un escenario en que no hubiese ganado la nominación, salvo la aparición de Barack Obama.
Cuando Obama empezó a ganar las primarias en algunos estados, particularmente cuando relegó a Hillary al tercer lugar en la consulta demócrata o caucusde Iowa, la campaña de Clinton no supo cómo reaccionar. Pero hubo otros factores.
Los Clinton, en general, despiertan pasiones muy encontradas inclusive dentro de su propio partido. "Había liberales que no estaban encantados con Hillary. Es una reacción casi automática contra los Clinton, no les caen bien, creen que están hambrientos de poder, que todo lo hacen por interés propio y no por el país, que mienten, que son tramposos".
Futuro político
En ese marco, lo que alejó el apoyo de los liberales fue el que Hillary no se retractó de haber votado en el Senado a favor de la guerra en Irak. No podía hacerlo, insistió Jennifer Lawless: "Tenía que proyectar fortaleza para no menoscabar sus credenciales sobre seguridad nacional. Fue una cuerda floja que tuvo que caminar porque era una mujer candidata".
Finalmente, el ala liberal del partido demócrata no la respaldó. Pero lo hizo sin que pareciera que fuera un asunto personal sino porque ella había apoyado la invasión de Irak.
A pesar de la desalentadora derrota, inmediatamente se volcó a hacer campaña por Barack Obama y con el triunfo de éste fue nombrada secretaria de Estado, posición en la que ha representado fielmente los intereses del gobierno de Obama y se ha convertido en su gran aliada.
"Ese vuelco lo pudo dar no solo porque, a este nivel político, hay que tener una piel muy gruesa sino porque Hillary Clinton es una implacable demócrata y jugadora de equipo que hace lo que se debe hacer", afirmó la experta en mujeres en la política.
Salvo el resultado pendiente de una investigación que lleva a cabo el Congreso por la muerte de cuatro estadounidenses, incluyendo un embajador, en Bengazi, Libia, la gestión de Hillary Clinton como principal diplomática estadounidense enfrenta relativamente pocas críticas, aunque no haya un evento específico que la destaque.
Tras más de 400 días de viajes por el exterior y de un reciente golpe en la cabeza que le causó un hematoma con lo que tuvo que se hospitalizada por un tiempo, Hillary Rodham Clinton se retira del gobierno, mientras que su aparente sucesor en el departamento de Estado, el también excandidato presidencial John Kerry enfrenta por estos días su audiencia de confirmación en el Senado.
Aunque está visiblemente agotada, muchos ven difícil pensar que quiera cerrar una larga carrera política sin intentar de nuevo a la presidencia. "2016 es su última oportunidad. Si decide meterse a la contienda es difícil pensar que otro demócrata pueda sobrevivir ese proceso. Definitivamente ninguna otra mujer", concluyó Jennifer Lawless.
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