- Shirin Ebadi, Nobel de la Paz, dedica su exilio forzoso a defender los derechos humanos
- Sostiene que los cambios en su país, Irán, solo llegarán "con elecciones libres"
Aspecto menudo y palabras contundentes. Un mensaje férreo y gotas de ironía. Shirin Ebadi (Hamedán, Irán, 1947), la primera musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz –por su defensa de los derechos humanos, sobre todo de las mujeres y los niños–, es una exiliada forzosa. Esta exjuez obligada a dejar de serlo por la revolución islámica se ha convertido en altavoz crítico frente al régimen de los ayatolás. “No tengo ninguna esperanza de que las cosas puedan cambiar con el nuevo presidente, Rohaní”, asegura. Ha pasado una década desde el galardón y su lucha sigue siendo su motor. Solo baja la voz cuando habla de su estancia en prisión. “El aislamiento, la soledad, es la peor tortura. Una celda de dos por dos, cuya puerta se abre tres veces al día… La cárcel me acercó a Dios, fue una ayuda para sostenerme”, dice lentamente en la despedida. Poco antes, con sonrisa orgullosa, mostraba la foto de su nieto. La vida sigue.
PREGUNTA: Su activismo le valió el Nobel en 2003, pero le ha costado la cárcel y el exilio. ¿Es un precio muy alto?
RESPUESTA: Quiero recordar que muchos de mis compañeros se encuentran ahora en prisión. Lo están pasando peor de lo que lo pasé yo, y no olvidemos a las personas ejecutadas. Cada cosa que hagas en la vida requiere un precio. Lo más importante es que uno esté preparado emocionalmente para pagarlo. El Gobierno ha confiscado todas mis propiedades y a los 64 años volví a cero a nivel económico, a no tener absolutamente nada. Todo lo que poseo en Irán lo han puesto a la venta. Mi marido y mi hermana estuvieron encarcelados un tiempo como medida de presión. Pero me pilló preparada.
P: No por eso será menos doloroso.
R: El dolor siempre está, pero hay una diferencia muy grande entre estar listo y que te pille de sorpresa, sin saber cómo reaccionar. Soy una abogada buena en mi trabajo. Además soy escritora, con varios best sellers en Estados Unidos y Europa. Con mi saber hacer podría haber sido muy rica, pero elegí una vida que me seducía. Por eso, cuando pongo la cabeza sobre la almohada estoy muy tranquila. Al mirarme en el espejo no siento vergüenza. Y para mí eso tiene mucho valor, mucho más que todo lo que he perdido a nivel económico.
P: ¿Cómo lleva el exilio obligado?
R: Viajo diez meses al año. En Irán, por la censura, la gente no puede hablar. El exilio me permite ser una especie de eco de la voz de la gente que vive dentro del país. Soy un altavoz en movimiento que hace que ese sonido pueda llegar a más personas en más lugares. Pero constantemente recibo amenazas de muerte.
P: ¿De quién?
R: Del Gobierno iraní. Me dicen: “Si no eliges callarte, te callaremos nosotros”. Saben que yo no miento, ni exagero. Aparte de mis conferencias, saco a la luz informes detallados sobre la violación de los derechos humanos en Irán. Lo publico en nuestra web (www.humanrights-ir.org) y lo envío a organizaciones que defienden los derechos humanos. En esos informes hago referencia a las declaraciones de los altos cargos del Gobierno. Les cito y luego cuento lo que está pasando en el país.
P: ¿Cuál es la mayor conculcación?
La juez obligada a dejar de serlo
Shirin Ebadi creció en una familia ilustrada e igualitaria en los tiempos del sah. En 1970, a los 23 años, logró ser la primera mujer juez en Irán. Con el régimen islámico se vio obligada a dimitir del cargo en 1979. Entonces comenzó a ejercer como abogada centrada en la defensa de los derechos humanos, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz. Es autora de varios libros, entre ellos ‘El despertar de Irán’ (Aguilar).
Esta activista contraria a la energía nuclear –incluso para uso civil– sueña con un régimen respetuoso con las libertades. Es una devota de España – paella incluida–, donde esta primavera acudió al III Encuentro con Mujeres que Transforman el Mundo, en Segovia. En España estaba cuando en 2009 detuvieron a su marido y a su hermana, lo que le llevó a no regresar a Irán.
R: Lo peor son las leyes que justifican la violación sistemática de los derechos humanos. Esa violación se ha convertido en algo legal en Irán. Le doy un ejemplo. Según la ley, la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre. Si voy con mi hermano y los dos morimos en accidente, la indemnización a la familia por mí es la mitad de la que se da por él, simplemente por ser hombre y mujer. Hay cientos de ejemplos así que hacen legítima esa violación de los derechos humanos.
P: Recogió el Nobel con la cabeza descubierta, lo que vieron mal en su país, y lanzó una crítica a EE UU. ¿Era una forma de reivindicar su independencia?
R: Tanto en Oriente como en Occidente hay cosas positivas. Siempre elogio la libertad de expresión que hay en Occidente. Pero mi intención era criticar los elementos negativos de ambos.
P: ¿Cuáles son?
R: La cultura oriental es muy patriarcal y la occidental se ha convertido en muy materialista: el dinero da valor a todo, por dinero hay guerras, matan a personas. En ambas culturas olvidan constantemente al ser humano.
P: ¿Son las culturas o son los Gobiernos?
R: Los Gobiernos son elegidos por personas. La cultura de una sociedad también es importante, pero el Gobierno es una especie de reflejo de lo que pasa en una sociedad. Si ambos se separan mucho, habrá una revolución.
P: ¿Cómo se conjuga esto en Irán? Un líder moderado, Hasan Rohaní, ha ganado la presidencia.
R: No tengo ninguna esperanza de que haya cambios con el nuevo presidente. Los cambios fundamentales solo pueden llegar cuando haya elecciones libres a las que pueda concurrir cualquier persona. La gente está distanciada del Gobierno, que usa la violencia para oprimir a las personas y no deja que se escuche su voz fuera. Según Periodistas sin Fronteras, Irán está entre los cinco países que son los mayores enemigos de Internet. La velocidad es tan lenta que hace imposible usarlo. Cuando yo estaba allí y quería entrar en una web, encendía el ordenador, me conectaba a la página y me iba a cocinar. Cuando la comida estaba medio hecha, ya estaba abierta la página. Elegía el artículo y volvía a la cocina a terminar el guiso. Si los Gobiernos no intentan acortar la distancia que los aleja del pueblo, eso lleva antes o después a una revolución, a que la gente salga a las calles y diga “hasta aquí hemos llegado”.
Ebadi no pone fecha a ese basta ya iraní. “Ningún acontecimiento social la tiene”, sostiene la Nobel con pausas para que la intérprete, Rima Shermohamadi, traduzca del farsi al español en este recoleto salón de Segovia. La abogada, defensora de las sanciones políticas y contraria a las económicas que ahogan a su país, advierte: “Los iraníes estamos completamente en contra de una intervención militar extranjera”.
P: Usted apoyó la revolución de 1979 que derrocó al sah y abrió la puerta a la república islámica. ¿Se arrepiente, visto lo que ha venido después?
R: Queríamos la libertad y la independencia. El sah estaba bajo las órdenes de Estados Unidos, teníamos libertad individual, pero no política. La revolución fue para conseguir eso, pero China ha cambiado el sitio con Estados Unidos y seguimos sin ser independientes. No conseguimos la libertad política y hemos perdido la individual.
P: ¿De qué le ha servido el Nobel?
R: Me abrió muchas puertas. Me ha permitido poder hablar y dirigirme a muchas personas en el mundo. Lo que más me importa es que la visión mundial de cómo somos los iraníes ha cambiado gracias a poder dirigirme a la gente. Pertenezco a la clase media, la mayoría de la sociedad, y soy musulmana. Cuando me ven, dicen: “Ah, ahora sabemos cómo son los iraníes”. Algunos medios occidentales muestran una imagen negativa y oscura de nosotros, sacan a las mujeres de negro con el puño en alto que gritan: “Muerte a Estados Unidos y a Israel”. Al menos ven otra cara.
P: También existen esas mujeres.
R: Son muy pocas. La mayoría son como yo.
P: Pero deben ponerse el chador para salir a la calle.
R: La ley obliga a ello. Si yo salgo como voy ahora, pese a llevar manga larga y pantalón que tapa, como no llevo la cabeza cubierta, es ilegal y el castigo son 80 latigazos. Eso marca la ley. Por eso digo que nuestro gran problema es la ley, y todo mi empeño está en dar a conocerla.
P: ¿A veces desfallece?
R: Sí. Recuerde que el 99% votó a favor de la República Islámica de Irán, sin saber el tipo de gobierno que les esperaba. Aquellos días, hablar de los derechos humanos era lo más parecido a llevar una bomba en la mano por la calle. La prensa local, para insultarme, me llamaba feminista.
P: Y lo es. ¿Por qué?
R: Porque defiendo los derechos humanos. Los derechos de la mujer son los derechos humanos. El primer principio de ellos es el rechazo a cualquier tipo de discriminación. Las feministas decimos lo mismo.
P: ¿Cuándo ocurrió?
R: El día que me matriculé en la Facultad de Derecho y empecé a leer sobre los derechos humanos. Era la época del sah. Las leyes eran algo mejores que las de ahora, pero también eran discriminatorias hacia las mujeres. Es imposible defender los derechos humanos y no ser feminista.
P: ¿Cómo se explica que en muchos lugares las mujeres aún tengan menos derechos legales o efectivos que los hombres?
R: Eso pasa en todos los países del mundo, incluida España. La raíz de todo está en la cultura patriarcal. No digo la cultura de los hombres; me refiero a la que está en contra de la igualdad entre las personas. Desgraciadamente, las mujeres, aun siendo víctimas de ella, somos sus primeras transmisoras de una generación a otra. Un hombre que oprime ha sido criado por una mujer que le ha enseñado esa opresión. La cultura patriarcal se parece a la hemofilia. Las mujeres somos víctimas y culpables. Por eso es fundamental educarlas.
P: No suena muy feminista.
R: Pero es muy realista, se lo aseguro. Para mí, ser feminista es hacer que las personas sean iguales. Para eso hay que ver dónde están las raíces del problema.
P: ¿Esas raíces son culturales, o también religiosas?
R: La cultura patriarcal utiliza cualquier cosa para poder justificarse, incluida la religión. Analiza de determinada manera los libros sagrados para decir “aquí estoy yo” a través de una interpretación errónea. Eso pasa en todas las religiones del mundo.
P: La situación es especialmente grave en algunos países musulmanes.
R: Sí, pero me gustaría añadir algo. La religión musulmana es muy cercana al judaísmo. La lapidación también existe en el judaísmo. La mujer hereda mucho menos que el hombre, como en el islam.
P: ¿El enemigo principal de la igualdad son las religiones?
R: Es la interpretación errónea de los libros sagrados. La del Corán siempre la han hecho los hombres. Ahora tenemos que hacerla las mujeres musulmanas.
P: La cuestión se complica con los Gobiernos religiosos. ¿Por qué va tan unida religión y política en muchos países islámicos?
R: Sí, pero en la Edad Media, la Iglesia gobernaba en Europa y ustedes han visto cuántas atrocidades cometió. En China, como antes en la URSS, gobierna la ideología y se pisotean los derechos humanos. La base de un Gobierno no debe ser ni una ideología política ni una religión, debe ser secular.
P: ¿Cree que los Gobiernos laicos permiten un mayor respeto a los derechos humanos?
R: No necesariamente. Esa es la primera condición, pero no la única. Muchos de ellos cometen atrocidades. Los Gobiernos no obtienen su legitimidad solo gracias a las urnas libres, sino también por el respeto a esos derechos.
P: ¿De qué ha servido la primavera árabe?
R: No era primavera, sino un despertar de los pueblos árabes. La habrá cuando las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Echar a un dictador no quiere decir que la democracia se haya establecido en esos países.
P: ¿Ha permitido dar mayor fortaleza a las mujeres?
R: Sí, y un campo de trabajo mucho más claro. En Egipto, en la época de Mubarak, ¿las mujeres se sentían tan empoderadas como para salir a la calle y protestar? En cualquier revolución, al principio hay una época de confusión. Un edificio bonito no se construye en una semana. No debemos perder la esperanza. En los países árabes hay un comienzo muy importante del despertar femenino. No habrá marcha atrás en la revolución de las mujeres musulmanas. Ellas se han dado cuenta de que tienen un poder y de que su única obligación no es estar en la cocina y tener hijos.
P: Siguiendo con Egipto, allí ha habido un golpe de Estado.
R: Hubo elecciones, pero los Hermanos Musulmanes se radicalizaron con la victoria. El pueblo egipcio temió que su destino fuera como el de los iraníes tras la revolución de 1979 y salió a la calle para mostrar que su revolución no ha terminado. El Ejército se ha extralimitado y ha creado la actual situación insostenible. Los militares deben volver a los cuarteles. La única salida son unas elecciones libres bajo los auspicios de Naciones Unidas.
P: ¿Y en Siria?
R: Una intervención militar de los Gobiernos de Occidente para derrocar a Bachar el Asad solo empeorará la situación de los sirios. Estoy en contra de ella. Quien debe intervenir es Naciones Unidas y convocar elecciones libres y pacíficas para que el pueblo diga qué Gobierno quiere. El Asad debe ser detenido y juzgado como criminal de guerra por el Tribunal Internacional de La Haya.
P: ¿Le preocupa el auge del velo? ¿Es seña de identidad, o símbolo de sumisión?
R: Es una cuestión muy delicada. En los países islámicos se les obliga, y las mujeres no están contentas. En Francia o Alemania les obligan a no llevarlo, y las mujeres tampoco están contentas. ¿Por qué no dejar que sean libres y elijan qué se ponen?
P: Quizá porque con el velo se hace política sobre las cabezas femeninas.
R: Sí. Es así, pero estoy en contra. ¿Por qué tanta cosa con las mujeres, y no con lo que llevan los hombres? Por la cultura patriarcal. Cuando un Gobierno laico quiere mostrar su identidad, utiliza a la mujer, y no a los hombres. Los musulmanes radicales dicen que no hay que afeitarse, pero en Francia no está prohibido llevar barba. ¿Por qué? Eso es la cultura patriarcal, que es universal: los hombres pueden elegir, y las mujeres, no.
P: ¿Por qué tiene tanta fuerza?
R: Porque no la conocemos bien. Para destrozar a tu enemigo hay que conocerlo a fondo, saber qué armas usa. Por eso digo que las mujeres, a la vez que son víctimas de esa cultura, son las primeras en defenderla y transmitirla. En todas las religiones de Abraham, la mala es Eva, la culpable del pecado original, qué curioso. ¿Quién ha hecho esa interpretación? Los hombres. Hay que empezar por liberar a Eva, convertida en la culpable de la humanidad.
P: ¿Por extensión, todas las mujeres somos culpables?
R: Sí, en todas las religiones de Abraham. ¿Por qué pensamos así?
P: Los textos tampoco ayudan.
R: No estoy de acuerdo. Si interpretamos de otra manera los textos sagrados, están a favor de la mujer.
P: Pero en ellos está escrito que quien peca es Eva.
R: ¿Qué es un pecado? Cuando no hay elección, es muy fácil, no se tiene la responsabilidad de la elección. Eva llegó al conocimiento, y él le llevó a la elección. El pecado está en el conocimiento. Eva fue la sabia, eso también puede ser. Quiso elegir su camino. ¿Por qué no esa interpretación? El problema está en la interpretación de los hombres de cualquier religión. Ahora nos toca a nosotras apoderarnos de ellas.
P: ¿Aún teme que la asesinen?
R: El miedo es como un instinto, como tener hambre. No es voluntario. No puedo mentir y decir que no tengo ningún miedo a la muerte, pero haber trabajado muchos años en situación de peligro me ha enseñado cómo frenar mi miedo y no permitirle que cambie mi rumbo de trabajo.
P: ¿Pisará de nuevo Irán?
R: Sí, seguro. Si pierdo la esperanza, dejo de trabajar. Cada día me digo: “No tienes derecho a cansarte”. El pueblo siempre gana, la historia lo confirma.
Fuente: EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario