jueves, 22 de marzo de 2012

Probar una cerveza que se llame igual que tú

Una de las cosas que divertidas de viajar es aprender el nombre de la cerveza famosa allí en tu destino. Soy de esas que nada más tener un botellín frío en la mano empieza a quitarle la etiqueta con cuidado para no romperla; lo hago sin pensar. Pero cuando estoy de viaje a veces la pego en una página del cuaderno que lleve conmigo y así guardo el recuerdo de la Gallo de Guatemala, la Safari y la Kilimanjaro de Tanzania y la Imperial de Costa Rica. Sobre todo de estas, y no de las europeas, porque las cervezas que mejor recuerdas son las que has tomado en lugares de paisajes exóticos, mientras caía una tromba de lluvia tropical, o se ponía el sol en el Pacífico, o escuchabas de lejos el aullido de los animales.

No es que me queje desde luego de la Mahou de Madrid o de la Cruzcampo tirada en caña en un chiringuito y acompañada de unas migas (la única forma de tragar con placer esa cerveza). No me quejo ni de la Estrella Damm y mucho menos de las tropecientas alemanas que se sirven en los bares de mi calle.
Pero con las marcas de cerveza se establece una relación inmediata, al margen de las campañas de publicidad millonarias que la empresa haya llevado a cabo, entre el momento, el sabor, la botella y el nombre en la etiqueta. Cualquier cerveza casera que se sirviera en el bar de una aldea conseguiría ese efecto que con otros productos tanto cuesta conseguir. No hablemos ya de los vinos. El alcohol proporciona un estado de bienestar pasajero y a nosotros nos gusta que tenga un nombre.

Por eso encontrar una cerveza que se llame como tú, hace más ilusión que encontrar una ópera, una rumba, un perfume o un barrio. Dado que tengo un nombre de esos con denominación de origen (con la que no me siento identificada en absoluto), desde la marca de especias, nada me había hecho tanta gracia como esto.


Podría tirarme el rollo sobre la acidez, el matiz afrutado y bla bla bla, pero a estas alturas no voy a fingir que tengo paladar. Me ha parecido simplemente que estaba buena. Me la he tomado mientras cocinaba y picaba un aperitivo, imitando a una compañera de piso que siempre se dedicaba ese rato como un homenaje. Pero ahora me falta probarla con compañía, que es otro aspecto importante de la experiencia cervecera. Para ese momento, compré una segunda Carmen, y le he buscado a la amiga con la que más cervezas ha compartido:





FUENTE: http://blogs.smoda.elpais.com/sujeto-de-pruebas/probar-una-cerveza-que-se-llame-igual-que-tu/

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