viernes, 29 de junio de 2012

Del miedo al Orgullo

Una veterana lesbiana de la lucha por los derechos de los homosexuales y un activista gay nacido en 1978, año en el que se celebró la primera manifestación por la igualdad, conversan sobre los cambios acontecidos desde entonces

 

“Nos tiraron huevos y nos llamaron marimachos. Creían que el sexo entre mujeres era antinatural”. Victoria Virtudes, Vito para los amigos, recuerda una de las primeras manifestaciones a las que asistió, convocada en la plaza de Callao por la asociación de feministas lesbianas de Madrid. No sabe con certeza si fue en 1976 o en 1977, “pero seguro que han pasado más de 35 años”, dice. Era una veintena de mujeres lesbianas y feministas que clamaba por la igualdad en un momento de transición democrática todavía dictatorial. Hoy observa la plaza y se congratula de lo que han conseguido desde entonces. La fiesta del Orgullo 2012 ya ha comenzado y las calles se han vestido de arcoíris para la ocasión. Sonríe satisfecha y siente que, en parte, ha sido gracias a ella.

Alejandro Alder llegó más tarde a la lucha. Sabe que Vito fue una de las primeras piedras que construyeron la igualdad y la diversidad que se respira en Madrid actualmente. Él también se declara feminista y agradece a esta mujer de 55 años y a todos los que la acompañaron lo que hicieron por las generaciones futuras. No se conocían antes de este encuentro, pero sus vidas han estado entrelazadas. El año que los une es 1978.

Primera manifestación por los derechos del colectivo LGTB, en 1978.

El 25 de junio de ese año, Vito fue una de las 7.000 personas que salieron a las calles de Madrid por los derechos de los homosexuales en la que fue la primera manifestación por la igualdad y la diversidad en la capital de España. Alejandro nació dos meses después y, a mitad de los noventa, se convirtió en activista para luchar por los mismos derechos por los que Vito combatió 20 años antes. En un bar de Augusto Figueroa, en pleno Orgullo 2012, conversan sobre lo que ha cambiado desde entonces:

—Ya no hay miedo —dice Vito.
—Hay referentes —responde Alejandro— Seguimos luchando por lo mismo. Libertad, respeto por la diversidad y los derechos humanos. Queremos ser exactamente igual que un heterosexual.


Caminan hacia la plaza de Chueca, el barrio que ha acogido desde el primer Orgullo, en 1978, la fiesta y las manifestaciones de un colectivo marginado y calificado de “peligro social” durante el régimen de Franco. Vito lo recuerda a la perfección: “Habíamos perdido el miedo a salir de los armarios, de las casas en las que estábamos ocultos y ocultas. Pero también estábamos perplejos. Creíamos que seríamos cuatro y al final se convirtió en una manifestación en toda regla. Fue el punto de partida. Podíamos cambiar las cosas y lo más importante era que no estábamos solos”.

Parada de metro en Chueca. / SAMUEL SÁNCHEZ
Vito mira las calles del barrio y recuerda con dolor que muchos cayeron por defender los derechos de todos, como aquel homosexual que murió al precipitarse misteriosamente desde una tercera planta en la cárcel de Carabanchel, en 1976. Hoy las parejas se besan en cada esquina y se prevé que más de un millón de personas recorran este fin de semana las calles de Madrid como signo de tolerancia y respeto a la diferencia y a la libertad de decisión.
Vito y Alejandro están especialmente preocupados en este Orgullo 2012, marcado por el recurso de inconstitucionalidad contra la ley de matrimonios homosexuales interpuesto por el Partido Popular (PP). Un recurso que, según Vito y Alejandro, es una amenaza para miles de familias, más de 30.000, que ahora viven en un clima de incertidumbre a la espera del fallo del Tribunal Constitucional. “Yo sabía que íbamos a dar un paso atrás. He vivido muchos gobiernos y los de derechas no empatizan. Pueden ser homosexuales, pero en sus casas”, opina Vito. “Estamos en una sociedad falocrática y patriarcal donde no entra lo diferente”, sentencia, le da un trago a su cerveza en una terraza de Chueca y se enciende un cigarrillo. Está curtida por la experiencia.

Alejandro la escucha sin perder palabra. Le da un trago a su Coca-Cola Zero y rememora aquella manifestación de 2005, año en que se aprobó la ley del matrimonio igualitario. Él, colombiano de nacimiento, participó junto con su asociación castellano-manchega Bolo Bolo, perteneciente a la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales). “Estábamos pletóricos. Estrenábamos igualdad, recuperábamos nuestra dignidad”, recuerda. Ahora solo espera que el Constitucional sea consecuente y no dé un pasó atrás en todo lo que han conseguido durante las últimas décadas, empezando por Vito, siguiendo por él y por todos los jóvenes que ya no sienten miedo de declararse homosexuales, transexuales o bisexuales. “No quiero volver a ser ciudadano de segunda”, concluye.
Vito y Alejandro en un balcón de la plaza de Chueca. / SAMUEL SÁNCHEZ
La conversación se ve interrumpida por un desfile improvisado de banderas y tambores, de música y reivindicaciones. “¿Quién dice que a través de lo lúdico no se puede exigir derechos fundamentales?”. Alejandro lanza la pregunta al aire.

—¡Nadie! —contesta emocionada Vito.

Él se unió a la lucha por la igualdad después de sufrir el acoso escolar en su colegio en Colombia. “Me llamaban de todo y me prometí que haría lo que fuera para frenar esa homofobia”, recalca. Viene de un pueblecito pequeño del interior de Colombia y de familia conservadora. Fue una odisea plantarse frente a los suyos y reconocer su homosexualidad. “Es mi cuerpo y yo decido lo que hacer con él”, afirma. “Fue una conquista personal”.

Aquel 25 de junio de 1978, Vito Virtudes luchaba por que eso fuera posible. “Ese día decidimos a gritos que seríamos libres”. Se miran y sonríen. El camino ha sido largo. Y todavía no ha terminado.

Casi pisándose las palabras aseguran que no van a permitir que les quiten ni un solo derecho logrado con sudor y mucho esfuerzo. “Recuerdo de nuevo la cantidad de gente que murió en los setenta por esto”, repite Vito. “Somos un referente en el mundo. ¿Qué pasará si volvemos atrás?”, se pregunta esta histórica feminista, cofundadora de la Comisión Pro-Derecho al Aborto, de la Comisión de Agresiones y de la Comisión de Lesbianas.

Ella nunca tuvo problemas en decirle a su familia que era lesbiana. “Tuve mucha suerte”, admite. “Tengo amigos a los que echaron de casa por estar enamorados de personas de su mismo sexo. Por amor, ¿entiendes?”.

Se felicita por el presente sin olvidar el pasado. “Si cogías de la mano a tu pareja te metían en la cárcel. Y podías no salir nunca”, asegura, y recuerda que un tío suyo gay murió en prisión.
Ambos recuerdan muchos momentos bellos del camino. La vez que la madre de Vito salió a la calle para mostrar el orgullo de tener una hija homosexual. O cuando Alejandro consiguió en 2005 que 200 personas salieran a reivindicar en Toledo su condición y su libertad de elección. “Había un grupo de viejecitos en la plaza de la ciudad que nos recibió con aplausos. ¡Bravo valientes!, nos decían”, recuerda.

En este Orgullo LGTB 2012 —no quieren que los medios lo llamen Orgullo Gay por una cuestión de visibilidad de todo el colectivo— no van a parar. Vito está volcada con la asociación de mujeres Entredos, con las que saldrá a manifestarse por el derecho de cada uno a decidir. Alejandro también saldrá mañana a la marcha con sus compañeros castellano manchegos del Bolo Bolo. “Es una fiesta, aunque reivindiquemos cambios políticos”, dice. “Caminaremos esas dos o tres horas entre carrozas y colectivos que alzan la voz”.
Ya es tarde y el calor en Chueca sigue siendo insoportable. Tórrido. Las cervezas se han terminado y Alejandro apura su refresco light. La fiesta acaba de comenzar.

FUENTE:  http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/28/madrid/1340911146_005058.html



 

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