Sònia Martínez es la alcaldesa del municipio de La Jonquera, en Girona, que se ha hecho famoso por la prostitución
Cinco minutos de recorrido en coche por La Jonquera (Girona) bastan
para entender la impotencia que siente su alcaldesa ante el fenómeno de
la prostitución. Bajo los puentes, en las rotondas, en los aparcamientos
de camiones destacan los cuerpos semidesnudos de las mujeres que
intentan atraer a los conductores. En un día pueden llegar a ganar 300
euros, pero también ocurre que se van sin nada. Llueva, nieve o bajo un
sol castigador, las prostitutas forman parte de la vida de este pueblo
fronterizo de 3.000 habitantes. Siempre ha sido un supermercado de
Francia. Ahora lo es también para el sexo de pago.
La Jonquera, a su pesar, se ha hecho famosa por la prostitución. La
competencia es feroz: en el pueblo conviven las prostitutas de carretera
con las que ejercen en el Paradise, un macroprostíbulo, cuyo dueño ha sido condenado
a tres años de cárcel por transportar ilegalmente a mujeres desde
Brasil para prostituirse. La lucha contra el fenómeno a nivel municipal
la dirigen dos mujeres, ella y la jefa de la Policía Local, Lluisa
Santos.
En una rotonda, dos chicas rumanas intentaban llamar la atención de
los conductores hace poco más de una semana. Martínez (La Jonquera,
1973) se acercó para hablar con ellas. Mientras una se alejaba, la otra,
rumana de 25 años, rompió a llorar al ver al fotógrafo. “¡Mi familia no
sabe lo que hago aquí!”.
—¿Sabes que tu trabajo es peligroso y que nosotros te podemos ayudar desde el Ayuntamiento?, le preguntó Martínez.
—Tengo una amiga, me ayuda si hay problemas.
—¿Nadie te obliga a estar aquí?
—No. Lo hago porque quiero.
Pero el móvil de Silutza no paró de sonar mientras la alcaldesa
hablaba con ella. Era un hombre que observaba la escena desde la terraza
de un bar situado a escasos metros. “Es mi amigo”, dijo la mujer.
“Desde ahí las vigilan. Se pasan todo el día en el bar y jugando a las
tragaperras”, explicó Martínez. El cuerpo de Silutza está quemado por el
sol. Sobre una piedra, ella y su compañera apoyan el bolso, un espejo y
un peine. Sus traseros están al descubierto y su escasa ropa es de
color chillón y aspecto barato.
—¿Cuántas horas trabajáis?
—Unas ocho, desde las doce de la mañana hasta las ocho de la tarde. Soy libre y me voy cuando quiero.
De pronto corta la conversación y vuelve al trabajo. Martínez pone
cara de resignación. “Siempre que hablamos con ellas es lo mismo. No se
dejan ayudar”.
Pregunta. ¿Cuándo se convirtió La Jonquera en un foco de prostitución?
Respuesta. Desde hace unos años, cada vez hay más
mujeres en la carretera. En 2010 abrió el Paradise, que tiene unas 90
habitaciones. ¡Vienen clientes franceses que hacen horas de camino para
llegar! Muchos son jóvenes de 18 o 20 años que no deberían tener
problemas para mantener relaciones. En Francia están muy preocupados por
este fenómeno.
P. Ustedes estaban en contra de la apertura del Paradise, cuyo dueño ya estaba imputado en dos causas cuando solicitó la licencia.
R. Sí. Nadie en el pueblo lo quería. Les denegamos
la licencia pero el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña nos obligó
a dársela. ¿Cómo se puede dar una licencia de un prostíbulo a una
persona que tiene causas pendientes? Yo creo que cada municipio debe
poder decidir y nosotros no queríamos el Paradise aquí.
P. Algunos argumentan que un establecimiento de esas dimensiones proporciona grandes ingresos al pueblo.
R. No en nuestro caso. Pagan lo mismo en impuestos
que cualquier otro establecimiento y tienen sus propios proveedores. Es
verdad que las prostitutas utilizan las peluquerías y los centros de
estética, pero no es eso de lo que vive La Jonquera. Ni siquiera es
cierto que compren los preservativos en la farmacia del pueblo.
P. ¿Cuántas mujeres se prostituyen en la carretera?
R. Hay varias decenas. Hace unos meses realizamos un
muestreo con 41 de ellas. La mayoría son rumanas, pero también
identificamos a cuatro búlgaras, tres senegalesas y cinco nigerianas.
Todas dijeron que ejercen de forma libre y voluntaria y algunas, además
de prostituirse, también trabajan como empleadas domésticas o cuidando
ancianos.
P. ¿Qué han hecho para intentar poner freno al fenómeno?
R. Hace cuatro años aprobamos una ordenanza
de convivencia que sancionaba a prostitutas y clientes. El resultado es
que colapsamos los servicios administrativos del Ayuntamiento y a la
Policía Local, que tenía que destinar todos sus efectivos a hacer
cumplir esta ordenanza.
P. ¿Por qué no ha tenido el efecto deseado?
R. La ordenanza sigue en vigor, pero nosotros no
podemos solos. Hemos puesto 500 multas, todas a ciudadanos franceses.
Solo medio centenar las pagaron en el momento por miedo a que les
llegase a casa la multa. Los Ayuntamientos no tenemos suficientes
recursos, deben colaborar todas las Administraciones. No entiendo que se
nos deje a nosotros el problema. Me siento impotente.
P. ¿Alguna prostituta ha denunciado su situación?
R. Una, después de que le pusiéramos una multa. Vino andando una noche desde Figueres y dijo que ejercía obligada.
P. ¿Qué habría que hacer?
R. Creo que hay que diferenciar entre prostitución
en la vía pública, la cual hay que erradicar, y la que se ejerce en
locales. En la vía pública hay que prohibirla por la vía penal. Y no
solo porque da mala imagen, sino porque debemos preservar la dignidad de
la mujer y su seguridad. Cuando se suben a un coche, no podemos
controlar quién va dentro.
P. ¿Y en los llamados locales de pública concurrencia?
R. Se deberían aprobar leyes más estrictas que
garanticen que las mujeres no ejercen obligadas y controlar que trabajan
en un ambiente seguro. Las prostitutas deberían poder cotizar a la
Seguridad Social. Se trata de un negocio que mueve mucho dinero negro.
P. ¿Servirá de algo la iniciativa de la Generalitat de multar a prostitutas y clientes a través de la normativa de carreteras?
R. Cualquier implicación del resto de
Administraciones, con más recursos que nosotros, es positiva. En La
Jonquera se han producido cinco accidentes de camiones en los últimos
dos años por distracciones de los conductores al volverse a mirar a las
mujeres.
FUENTE: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/24/actualidad/1340554216_019149.html
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