Epsy Campbell, exdiputada costarricense cree que debe prevalecer siempre lo colectivo

Nacida en el seno de una familia de siete hermanos, su padre era lavandero y un apasionado del saber. De ahí que les enseñase “desde bien chiquitos”, que solo se puede luchar por lo que uno quiere si hay conocimiento; “Si no, es fácil manipular a la gente”. Le gusta mostrarse como una luchadora de pesos pesados que no se baja del ring hasta que su contrincante cae derrumbado y rendido en el cuadrilátero. Cada palabra, cada frase que sale de su boca, suena como un mazo. Como una sentencia. A esta combatiente le cuesta dejar de lado su faceta de libertadora y ser una ciudadana de a pie que se toma tranquilamente una infusión en una cafetería.
Pero como cualquier Aquiles tiene su punto débil. En este caso, una pregunta sencilla y mundana: ¿cuál es su flor preferida? Pasa un ángel... dos… hasta que reconoce que no lo sabe y que necesita tiempo para pensarlo. “Los girasoles”, dice finalmente, “porque siempre levantan la cabeza para captar la energía del sol, incluso los días nublados. Se parecen a la política”. Campbell reconoce que en su juventud renegaba de ella. Consideraba que era absurdo invertir su tiempo en riñas de “señores individualistas, ególatras y egocéntricos” y que dedicarse a los colectivos sociales le compensaba infinitamente más. Pero las tornas cambiaron. Se convirtió en una bandera para las mujeres costarricenses más desfavorecidas. Sintió la necesidad de corresponderlas y se metió en las “turbias aguas de la política”. “Un juego donde todo el mundo se cree el mejor y si vos estás ahí debes ir a por todas”.
Mientras sorbe su manzanilla, este torbellino de mujer explica que para ganar algo en política hay que “sacrificarse y mucho”. Ella lo sabe bien. Dedicarse a su país le costó una separación de ocho años de su actual marido y padre de sus hijas. “Porque, como dice mi esposo: ‘¡Epsy, vivir con una mujer como usted no es cosa fácil!”.
Entiende y padece el sufrimiento de su familia cuando la oposición la critica por sus declaraciones cargadas de pólvora, pero así es como Campbell entiende el poder: una cancha donde hay que encontrar el consenso, donde debe prevalecer lo colectivo sobre lo individual y donde el gobernante no es una estrella mediática sino una herramienta que representa a un grupo de votantes. Estos son tres de sus mantras, pero tiene un cuarto por el que luchará “hasta que muera: feminizar la política, el reto del siglo XXI”. “Gobernar es como llevar una casa y ¡qué mejor que una mujer para llevar las cuentas al día!”.
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