martes, 27 de noviembre de 2012

Violencia de Género: Víctimas y Supervivientes

Algunas mujeres que han conseguido salir de situaciones de malos tratos prolongados por parte de sus parejas dicen que no les gusta que nos refiramos a ellas como víctimas. Que prefieren ser consideradas supervivientes.

Al principio te puede chocar. Pero, a poco que te detengas a pensar en todo el cúmulo de dificultades, incomprensiones, y hasta el rechazo que la mayor parte de ellas tienen que superar por el camino, no puedes menos que entender y compartir sus deseos.
La mujer que sufre maltrato por parte de su pareja tiene ante sí, sólo para hacer visible la situación de terror que padece, obstáculos que no se dan en ningún otro ámbito de relación personal.

Cuando una mujer oculta este maltrato, o, incluso, defiende a su agresor, todavía hay muchos que piensan que será porque les compensa de alguna manera, o porque son débiles mentales, o porque les resulta más cómodo seguir siendo dependientes de sus agresores...
Excusas para no querer ver la verdadera dimensión de un problema que se oculta tras las puertas de muchas casas de vecinos, familiares o amigos nuestros. Y en la que sólo reparamos cuando el daño físico ha llegado a ser tan evidente que ya no admite más ocultación o disimulo.

Mientras tanto, preferimos seguir pensando que este es siempre un problema de otros. De personas que no tienen nuestro nivel cultural, social y hasta económico.
O que se produce porque al agresor, buenísimo vecino, compañero, amigo, hermano, un día se le ha ido, de repente, la cabeza, y ha explotado de forma violenta ante una situación de tensión.

La realidad es, sin embargo, mucho más sencilla. Hay, todavía, mucha gente -hombres y mujeres- que entienden la pareja, el matrimonio esencialmente, como una relación en la que uno de sus miembros tiene que dirigir e imponer las reglas. Papel que, por tradición, por cultura, y porque incluso fue una disposición legal hasta no hace mucho, se atribuye, claro, al marido.
En esa dinámica, la violencia apare ce cuando el que manda cree que no se han cumplido bien sus reglas. Y que viene acompañada, además ?por lo menos al principio- de todo tipo de lamentos, disculpas y manifestaciones de amor por parte del agresor. Que termina por convencer a su víctima de que, en realidad, ha sido por su bien, y por lo mucho que la quiere.
Por eso, la mujer que sufre el abuso y la violencia en su intimidad,  por parte de la persona de la que espera el mayor apoyo, respeto y amor, manifiesta esas reacciones tan contraproducentes para su propia defensa.

Porque se desorienta.  Empieza a debatirse entre el miedo, pero también el amor hacia su agresor, la vergüenza por cómo contar lo sucedido, la incertidumbre por si la creerán, por qué sucederá después...

Y en un muy importante número de casos, lo que hará será confiar en esas promesas y manifestaciones de cariño que se han producido tras los golpes. Y a partir de ahí, empieza a desarrollar una constante conducta de cesión para tratar de evitar cualquier conflicto.

 No hay que ser ningún experto en psicología para comprender que, a partir de aquí, la mujer que se encuentra en esta situación pierde la capacidad de reacción. Se va anulando a sí misma como persona en la misma medida que genera una cada vez mayor dependencia emocional de su agresor.

Por eso se dan en las víctimas esas reacciones, a veces tan incomprensibles, para cualquiera que no conozca cómo se produce la violencia de género.
También así se explica que algunas de estas víctimas quieran que se las reconozca como supervivientes.

Pienso en lo difícil que tiene que ser para una mujer, que ha vivido una situación de maltrato durante años, salir de esa situación. Rompiendo los lazos del miedo, del constante sometimiento al otro, del miedo a la reacción que tendrán los demás.

Pero también aprendiendo, a veces con muchos años y un escaso bagaje de habilidades sociales y profesionales, a salir adelante con sus propios medios. Tomar, por primera vez,  las riendas de una vida tan destrozada por ese bagaje de violencia y de temor, tirando, muy frecuentemente, de unos hijos que no siempre entienden bien por qué tienen que cambiar de vida, desde luego que tiene un significado de supervivencia.
A veces, hasta en el sentido más literal de la expresión.

Por eso, en el Día Internacional contra la Violencia Sobre las Mujeres yo quiero dedicarles a ellas mi homenaje de reconocimiento y admiración. Que es también una llamada de esperanza para aquéllas que aún no se han decidido o que están en la peor parte del camino.

Esta misma semana, Inmaculada Montalbán, la Presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género presentaba el balance del trabajo, después de 7 años de funcionamiento de los Juzgados de Violencia Sobre la Mujer.

Un trabajo que, aún cuando sólo exprese las estadísticas judiciales, permite pensar en cómo ello habrá servido para ayudar a un buen número de víctimas pasar a la categoría de supervivientes.

Ya sabemos que queda mucho por hacer. Que sigue siendo un camino duro, y que no siempre es bien comprendido.

Pero en un día como éste, lo más importante es que tengamos el convencimiento, y sobre todo, que seamos capaces de hacerle llegar a las mujeres que estén sufriendo maltrato que, por difícil que sea, de la violencia, se sale.

FUENTE:http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2012/11/25/violencia-de-genero-victimas-y.html

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