miércoles, 30 de enero de 2013

“Antes había mucha más violencia física, y ahora más violencia psíquica”

¿Cualquier momento es bueno para hablar de violencia machista?

–Desgraciadamente cualquier momento es malo. Aunque siendo un problema social de calado, en cualquier momento es oportuno abordarlo para tomar conciencia de que sigue estando ahí. Sí es verdad que alrededor del día 25 de noviembre se concentran una serie de actividades, pero cualquier momento del año es apropiado para tratar este problema.

¿Qué opinas de la conmemoración del Día Contra la Violencia Machista?

–Si no fuese así muchas veces no lo recordaríamos porque desaparece del candelero, porque se presta más atención a otros problemas, por intereses, o por descuido. Me parece fundamental que existan estos días, lo que no podemos es creer que sólo porque se conmemoren es suficiente.

¿Qué te llevó a investigar este problema social?

–Incluso antes de estudiar antropología tenía un interés educativo por las cuestiones de coeducación y de género, y cuando estudié la carrera me centré mucho en ellos, sobre todo en las relaciones entre comunicación y género. También me encontré con que era un problema que no había sido abordado desde las ciencias sociales en España, al menos no de una manera sistematizada. Sí había sido abordado por determinadas personas en diferentes disciplinas, como psicología, medicina, asistencia social, o desde el punto de vista judicial, etcétera. Pero desde el punto de vista de las ciencias sociales había poquísimos documentos y me parecía que podría aportar una perspectiva fundamental en la que hasta ahora no se había profundizado.
 
¿Crees que desde un mayor conocimiento de estas cuestiones se pueden aportar más soluciones?

– Si abordamos esta cuestión desde distintas disciplinas se puede arrojar una luz importantísima. Sin embargo, la intención al abordar esta cuestión desde la antropología social es que los resultados sirvan primero para analizar este tipo de violencia y conocerla más en profundidad, y posteriormente para intervenir sobre las personas que la padecen y sobre las que la ejercen. También para elaborar pautas de prevención que pudieran ser más eficaces que lo que se está haciendo hasta el momento.

¿Cómo se investigan este tipo de cuestiones?

–La antropología fundamentalmente lo que hace es etnografía, es decir, trabajo de campo, en el que por tanto baso mi investigación. Evidentemente cualquier trabajo de campo siempre tiene detrás un respaldo teórico ya que un científico no mira la realidad desde una campana al vacío, sino que lo hace desde unos presupuestos teóricos determinados. El antropólogo no se limita a registrar datos, sino que los interpreta teniendo detrás un marco teórico desde el que los mira, observa y analiza. No es un trabajo de despacho, de biblioteca exclusivamente, y no se trata de un análisis cuantitativo de datos, sino de trabajo de campo y análisis cualitativo.

¿Hay más violencia machista ahora que hace unos años?
–Es imposible saberlo. Entre otras cosas porque hasta hace poco no se empieza a contabilizar sistemáticamente -porque antes sólo teníamos los datos que aparecían en la prensa. Desde 1993 ya hay un interés por estas cuestiones y una ley previa a la que luego fue la Ley Integral contra la Violencia de Género (2004). Pero cuando se empieza a contabilizar datos de una manera sistemática es a partir del año 1997, a raíz del caso de Ana Orante, que salió en Canal Sur en diciembre del 97 contando su situación de maltrato y unos días después fue asesinada por su marido-. Además, se trata un problema de los que calificamos “de cifras negras” puesto que no se conoce el número real de casos ya que muchos no llegan a los lugares en los que se contabilizan (juzgados, policía o muertes). Incluso hay casos de muertes que no se contabilizan si ésta no es inmediata a la agresión. A raíz de la ley de 2004 hay una mayor sensibilización social, tanto para las personas que la sufren -que muchas veces no eran conscientes de que sufrían maltrato-, como para familiares, amigos o vecinos. Desde entonces ha habido un mayor número de denuncias, primero porque ya había una ley que lo respaldaba, y segundo como consecuanecia de una mayor sensibilización social. De todas formas desde mi punto de vista las cifras no son determinantes y sí saber que es un problema social grave del que aún no sabemos todas las causas ni todos los resortes y factores que intervienen en él. Es un tema en el que nos queda todavía mucho recorrido porque  se ha empezado a abordar hace muy poco.

¿Qué papel deben representar los políticos en esta problemática?

–Desde hace más de una década está siendo fundamental en todo lo que es sensibilización y en facilitar las medidas de intervención de urgencia. Creo que los políticos podrían facilitar y abrir cauces para que las distintas instancias profundicen en el conocimiento y la investigación, a la vez que en esa intervención de urgencia, para que tanto ésta como la prevención sean cada vez más eficaces. Y es que este problema tiene mucho de estructura social y de cómo se establecen las relaciones económicas, sociales, políticas, etc. Lo que proponemos algunos es un cambio radical en esa lógica de relación. Eso supone un cambio profundo de la sociedad, no sólo en las relaciones interpersonales, sino también económicas entre las instituciones, entre unos individuos y otros, entre unos lugares del mundo y otros, y entre unos grupos políticos y otros. Es decir, estamos en una lógica muy de dominio en todos los órdenes de la vida, y eso también se manifiesta en las relaciones interpersonales. Este no es un problema que se pueda solucionar de puertas de casa para adentro, porque sus raíces están de puertas de casa para afuera, aunque se manifieste de puertas de casa para adentro.

¿Y los medios de comunicación?

–La intención de la prensa hasta ahora ha sido buena, tanto de los periódicos como de los periodistas que se han dedicado a esta cuestión. El  problema es que tienen que trabajar con tanta urgencia que no les da tiempo a profundizar en un tema como este, que tiene un gran calado y del que no se puede hablar en dos minutos. Además muchas veces, seguramente por desconocimiento, se suele enfatizar más en las cuestiones más superficiales como por ejemplo en qué piensan los vecinos cuando hay un caso de muerte. También se atiende mucho a las muertes y a la violencia física, cuando cualquier persona que ha sufrido este tipo de violencia  dice, y en esto coinciden todas las víctimas, “para mí lo importante no es el golpe, para mí lo que importa es el otro tipo de violencia”, esa es la que daña, y ese es el daño que no se cura. No es que las muertes no tengan importancia, pero se ha focalizado mucho el problema en lo visible, puesto que los medios de comunicación son espectaculares y presentan lo que es espectacularizable. Los periodistas están viviendo una situación dramática y saben que ponen en juego su medio de vida, su puesto de trabajo. Sé que es algo difícil pero ésta es una cuestión en la que aparentemente ya se saben todas las causas y realmente aquí hay mucha tela que cortar y mucho que poner en cuestión del modo de proceder  socialmente porque el transfondo es estructural. Me refiero no sólo a los valores de unos hombres aún trasnochados y que son muy machistas, aunque es cierto que un tipo de violencia se circunscribe a ese tipo de varones, pero hay otro tipo de violencia que es fruto del modo en que nos relacionamos socialmente, estas lógicas de consumo, de lo inmediato, del tú me sirves bien, no me sirves te tiro, las lógicas esas que se producen incluso en unas relaciones de tú a tú y no  de dominación tradicional de género, sino en una lógica de un igualitarismo ficticio.

¿Cómo ves el futuro de esta cuestión?

–Muy complicado, porque necesita una transformación social del modo como nos relacionamos individualmente, socialmente, económicamente, unos modos de organización políticos y económicos incluso mundiales a los que no se les ve tintes de que esto vaya funcionando. Estamos ahora mismo en una lógica de dominio del mercado al que todos estamos sometidos y la vida de las personas no cuenta porque aquí lo que importa es la reproducción del capital caiga quien caiga. No nos puede extrañar que eso también se produzca en las relaciones interpersonales. Aquí estamos en lógicas sociales que se dan tanto en lo microsocial como en lo macrosocial. Y la verdad es que no se ven perspectivas de que vaya a haber muchos cambios. Siempre tenemos la esperanza, y cada uno estamos aportando lo que podemos. Peroqueda mucho camino por andar y este no es un problema que se vaya a erradicar. Adoptará formas y apariencias distintas, porque desde que se estudia se está produciendo este fenómeno. Por ejemplo, antes había mucha más violencia física que psíquica, mientras que ahora es al contrario. Por tanto, tendrá perfiles diferentes, pero se seguirá reproduciendo porque estamos en una sociedad en la que uno de los pilares es la violencia.

I Premio de Ensayo Humanístico Alfonso Perales

Cómo valoras la consecución del I Premio de Ensayo Humanístico Alfonso Perales que te han otorgado por tu nuevo libro Rotas están las cuerdas?

–Siempre es grato recibir un premio. Sobre todo uno que uno no espera.  Además, la recepción del premio ha permitido que este libro salga a la luz, que en los tiempos que corren es muy difícil. Y por último valoro positivamente que el jurado que ha valorado los textos, que son personas de un alto prestigio intelectual y de una presencia social importante en Andalucía y en España, hayan valorado el mío. Por tanto una  gratificación más para mí.

¿De qué trata el libro?

–Pretende abordar la violencia que se produce en el marco de la pareja hetereosexual, concretamente la que ejerce el varón sobre su pareja mujer, que por otyra parte no es la única violencia que existe en la pareja, ni la única violencia de género, ni la heterosexual es el único tipo de pareja en el que se produce este tipo de violencia. Se aborda desde la antropología social, con una etnografía que va desde el verano de 2004 hasta diciembre de 2010. A raíz de otra investigación me di cuenta que era necesario también atender algo que se había tratado muy poco, como  investigar el lado del varón que maltrata de manera sistemática. No nos interesa el maltrato fruto de un conflicto puntual, sino el continuado incluso con consecuencia de muerte. Hemos hecho etnografía en distintos ámbitos, como han sido asociaciones de mujeres maltratadas, centros de la mujer dependientes del instituto de la Mujer, delegaciones gubernamentales andaluzas y nacionales y, además, en tres contextos importantísimos para nosotros: grupos especializados en violencia doméstica de Policía Local en Sevilla; juzgados de violencia contra la mujer y juzgado de lo penal. Por último, un contexto etnográfico importantísimo ha sido la etnografía en prisión, haciendo trabajo de campo con personas que tenían sentencias condenatorias por este motivo.

¿A qué conclusiones has llegado?

A que hace falta aún muchísimo conocimiento sobre el tema, sobre todo en lo referente a los factores patentes y latentes que intervienen en este tipo de violencia. En segundo lugar, a que hacen falta estudios interdisciplinares, y en tercer lugar a que hacen falta análisis con perspectivas más olísticas y que hay que contextualizar un problema que depende del entorno.

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