martes, 14 de mayo de 2013

"La muerte, por paradójico que parezca, ilumina la vida" Entrevista a la escritora española Herminia Luque

Al sur de la nada (EDA, 2013) es la nueva entrega de Herminia Luque tras la publicación de El códice purpureo (2011), título que le sirvió a la autora para revisar los pilares sobre los que se asienta el concepto de novela histórica, una obra que dignifica el género y cuyo entramado encierra una alta carga de reflexión sobre algunos asuntos urgentes en relación con la condición humana. En cierto modo, Al sur de la nada recoge esa preocupación que muestra la autora por mirar al acontecer desde cierta singularidad, desde el desarraigo y la crudeza, para pensarlo y aprehenderlo, ese reflejar la vida sin paliativos que le hace acudir a la ficción literaria para cuestionar cada paso que emprendemos, cada segundo que dejamos caer en el camino.

Herminia-luque
A través de tres voces –Juliana Peregrina, Amparo Muñoz y Virginia Woolf-, que comparten el estar frente al abismo, al borde de la muerte, Herminia Luque cose los tres relatos que componen este título,  biografías diseccionadas desde una perspectiva ficcional, al tiempo que ofrece al lector una malla de preguntas en torno a la experiencia de la vida, propia y ajena, el ejercicio de la memoria, su utilidad, y una vindicación del hecho de ser mujer en una suerte de tiempo impreciso por lo que tiene de vigente.

Sorprende el cambio de registro, audaz y arriesgado, respecto a tu última novela El códice purpúreo, un cambio que se percibe en multitud de elementos que conforman el andamiaje de Al sur de la nada. Pero por situar un punto de partida en esta conversación, ¿cómo se presenta esta historia a tres voces en tu vida literaria?



Al-sur-de-la-nadaLa génesis de la creación literaria es sumamente misteriosa. Una imagen plástica, una intuición no bien definida, un fogonazo emocional pueden ser el origen de una narración. Al menos en mi caso -que no tengo presión editorial o de público- el relato surge de una necesidad de expresión interior. En  Al sur de la nada, la primera de las tres novelas cortas y que da título al libro, nace del deseo de narrar una historia desde otro punto de vista, darle la vuelta a algo conocido y tratar de explorar ese envés. Y a la vez de verter una experiencia propia, lingüística y personal, de un espacio mitificado -pero con unas características y una historia determinadas- en el que he vivido mi infancia, como es la Alpujarra. Una comarca bellísima, con los problemas estructurales de una zona rural de montaña. Pero con una tradición cultural –literaria y musical sobre todo- más que notable. En el caso de la novela que toma como protagonista a Amparo Muñoz fue a raíz de la temprana desaparición de ésta cuando empecé a interesarme por sus circunstancias vitales. Y en el caso de Virginia Woolf, el relato nace de la inmensa desazón que siempre me ha producido su trágico final. Por qué no podía haber sido de otro modo, por qué no iba a poder escribir sus memorias, como ella deseaba, cuando cumpliese sesenta años…

¿Y por qué estas tres voces de mujer para contar sus historias, mejor dicho, para contar la Historia? ¿Y cuál de las tres perspectivas te costó más trabajo desarrollar?
Y por qué no. Fíjate que, a la inversa, esa pregunta no se plantearía. Si yo dijera: he escrito tres relatos, uno sobre Cervantes, otro sobre un campesino medieval y otro sobre un campeón de halterofilia, nadie me preguntaría por qué tres hombres, sino por qué ese escritor, por qué la época medieval, por qué esa disciplina deportiva…En cuanto a la escritura, no ha sido un trabajo especialmente duro; los relatos han fluido con relativa facilidad. No siempre la creación es algo gozoso pero sí es lo deseable: que el relato fluya e imponga su deseo de existir, construyéndose con materiales –palabras, ideas- que no sabes exactamente por qué están ahí pero que, una vez convocados y plasmados, muestran su absoluta necesidad de estar ahí y no otros cualquiera. Eso sí que es un misterio y no el del Yeti…

La muerte se presenta como piedra angular de Al sur de la nada, como elemento unificador de tres vidas que comparten desgarro y dolor. ¿En qué momento decides que debes situar estas vidas frente a su fin?
Es un tema que me interesa mucho y sobre el que estaba trabajando para una parte de un libro de ensayo. He leído cosas al respecto (Canetti, Savater, Gabilondo, Esposito, ese Cioran con la muerte siempre como horizonte). Los relatos se me cruzaron y los concluí antes que el libro de ensayo, pero el tema se quedó ahí. La muerte, por paradójico que parezca,  ilumina la vida. Si fuéramos inmortales, nada merecería la pena, ninguna elección sería relevante, nada sería importante; siempre tendríamos tiempo para ser o escoger una u otra cosa. La literatura es un dique inmenso contra la muerte; nos hace sentirnos orgullosos de la vida, implicarnos en una tarea significativa frente a la nada más absoluta. La escritura, la lectura: con esos actos podemos afirmar que no somos insignificantes.

Y en relación con esto,  la memoria ¿es protagonista o tiene un mero papel secundario?
La memoria tiene un papel central. Como, por otra parte, lo tiene en nuestras vidas: la memoria es el cemento vital, lo que une todas las facetas de nuestra existencia. Pero aquí cumple un papel esencial: esas tres mujeres rememoran sus vidas y eso les proporciona una perspectiva inigualable, una intensa lucidez también.

A pesar de ser un libro de ficción, nombres propios ilustres desfilan por entre las páginas de Al sur de la nada. ¿Te inclinaste por documentarte o preferiste crear este libro a partir de los conocimientos ya adquiridos para que la ficción hiciera el resto?
En el caso de Un féretro naranja he leído las memorias que la propia Amparo Muñoz escribió junto a Miguel Fernández (La vida es el precio). Y he tenido que inventar poco: detalles como el deseo de ser enterrada en un féretro naranja están ahí, aunque parezcan inverosímiles. Para Al sur de la nada no me he documentado apenas; hace tiempo, sí, leí la obra de Brenan, Al sur de Granada, pero no he querido releerla, y apenas he consultado algunos datos y algunas fechas; el resto es ficción y, sobre todo, recreación de un registro lingüístico peculiar. En cuanto a La cabra sí, siempre me ha gustado la obra de Virginia Woolf y he leído sus novelas (Orlando, La señora Dalloway, Los años, Las olas, Flush) y su obra ensayística (Una habitación propia), así como sus diarios y biografías de la autora. E incluso un librito escalofriante de Leonard, su marido, sobre la muerte de Virginia.

¿Es éste tu libro más complejo?
No, en absoluto. Es verdad que tengo obras con un registro coloquial  porque así lo exigían los géneros –género negro, literatura juvenil-  pero este libro, aunque tiene su artificio literario, se lee con facilidad y llega al lector con inmediatez. Al menos es lo que me han transmitido ya varias personas que lo han leído.

El empleo del lenguaje es escrupuloso, preciso, y al mismo tiempo de una dureza que emociona a quien sostiene el libro. ¿Tuviste claro que la palabra debía ser un elemento más de la poética de Al sur de la nada? ¿Y consideras que quizá este empleo del lenguaje decide, en parte, la mirada del título?
La palabra es el centro de la creación literaria. Y una novela es una creación literaria, aunque a veces sirva para crear productos mediocres que se venden bien -y también se llaman novelas-. Para mí, ese lenguaje es el fin último de esa obra. O qué sentido tendría contar una historia con el mismo lenguaje de un reportaje de magacín dominical. No, yo no cuento la realidad sino la verdad de mi creación literaria. Cada uno de las tres novelas tiene un lenguaje diferente porque cada historia es diferente, cada una requiere una poética distinta.

Profundizando en la lectura de Al sur de la nada son muchos los elementos a destacar por la inteligencia literaria que llevas a cabo en el libro. En primer lugar, un asunto que a mí me ha llamado poderosamente la atención es el uso de lo corpóreo, un uso reivindicativo, crítico y, en ocasiones, cínico, a lo Doris Lessing, si me permites la comparación. ¿Cómo aparece tal elemento en tu proceso de producción de obra?
El cuerpo es un elemento central de mi narrativa y asimismo de mi obra ensayística. Es quizá el nódulo central. Cuando leía novelas en la adolescencia recuerdo que a veces me preguntaba cómo eran sus protagonistas, qué características físicas tenían. Todo estaba sustentado en un discurso incorpóreo: las acciones, las relaciones personales, las emociones carecían de un evidente sustrato corporal. Pero el cuerpo es lo que nos da el ser en el mundo, lo que nos instala en él. Aunque lo conocemos tan mal, incluida la máquina cognitiva, el cerebro…El cuerpo de las mujeres, además, está más lleno si cabe de significados: cómo hurtar a la narración esa riqueza significativa, esa polisemia corporal…

Otro aspecto de la poética es la reivindicación que haces en torno a la figura de la mujer, algo que ya se percibe en El códice purpureo; esta reivindicación pasa por contar la historia de estas mujeres sin anestesias ni disimulos. Cada una lo narra a bocajarro. ¿Qué esperas sembrar con la lectura de Al sur de la nada? ¿Por qué la literatura feminista tiene cada vez menos espacio en nuestro país –a diferencia de en otros-?
Yo no pretendo conseguir un objetivo concreto, me parece que eso sería falsear la esencia de la literatura. Yo narro y cada uno que lea y saque sus consecuencias, que, por supuesto, no tienen que ser siempre las mismas. Ésa es la grandeza de la literatura, la variedad de interpretaciones que suscita. Pienso que la literatura no debe ser “feminista”, porque ello implica una lectura predeterminada que puede caer fácilmente en la moralina. No: la literatura no puede ser prescriptiva, no debe decidir qué está bien o qué está mal. Dicho esto, sí es cierto que es imprescindible una crítica y una historia de la literatura que indaguen y busquen en los textos a las autoras que les dieron vida o a los personajes que significan una u otra cosa en un contexto determinado. Ahí está plenamente justificada esa etiqueta de feminista, que no es sino una justa reivindicación, una vindicación de autoras y temas e incluso personajes femenino desdeñados o tergiversados por la crítica tradicional y  por la historia literaria. Como escritora me ha sido muy necesario buscar en la historia mujeres que escribieron contra viento y marea, que a pesar de todo tipo de dificultades supieron expresarse, y reconocerlas – y reconocerme a mí también- en el fruto de esos afanes.

Parece que cuando una mujer escribe sobre otras mujeres, sobre la historia de la humanidad, en general, y la de la mujer, en particular, tiene que justificar cada paso, defender su obra. ¿Crees que en el ámbito literario se puede hablar de igualdad?
Como en el conjunto de la sociedad, hay una igualdad legal y de ausencia de trabas normativas, pero siguen pesando los prejuicios, las costumbres; trabas sutiles que nacen a partir de cierta mirada desdeñosa y a veces se enquistan en un soterrado desprecio o una abierta misoginia.

FUENTE:http://otrolunes.com/27/otrolunes-conversa/la-muerte-por-paradojico-que-parezca-ilumina-la-vida/

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