La única manera que tenía aquel terrorista de acostarse con ella era violarla. Él quería que fuera por las buenas, claro, pero Aisha siempre se negó, aunque le costara una paliza y que, de todas formas, la asaltara. Para las niñas como ella, secuestradas de aldea en aldea, más de 7.000 en total, ése es sólo el principio de sus padecimientos. Sufrirán en su cautiverio la aplicación estricta de la sharia, condiciones de esclavitud y una propuesta de matrimonio en la que podrán elegir entre casarse con un terrorista o ser marcada con un pañuelo de un color diferente al resto de menores secuestrados. Esa vestimenta indica que será destinada a convertirse en niña-bomba.

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