El estupendo reportaje de Ángeles Espinosa "Jugar al fútbol con velo para no incitar al pecado", sobre las dificultades que las mujeres encuentran en algunos países islámicos para hacer deporte y participar en competiciones internacionales, me recuerda la discriminación a la que tienen que enfrentarse las deportistas en países mucho más avanzados, no a causa de desfasados tabúes religiosos, sino solo, exclusivamente, por su condición femenina.
La sociedad saudí se ampara -nos cuenta Espinosa- en “razones culturales y religiosas” para apartar a las mujeres del deporte y excluirlas de la educación física (“la virginidad de las niñas podría resultar afectada por el exceso de movimiento y los saltos”, según un jeque asesor de la Casa Real, mientras que otro influyente clérigo considera los deportes para la mujer como “pasos del diablo” que la conducirían a un comportamiento antiislámico y a la corrupción moral). De modo que, sin que se prohíba por escrito, la práctica deportiva está proscrita allí si se hace “en público”, si bien las pegas que se ponen se centran en el vestuario de las deportistas y en el riesgo de mezcla con el otro sexo. De ahí que haya sido recibido con alborozo que el Comité Olímpico Internacional (COI) inicie conversaciones con diversos comités nacionales y que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) haya autorizado que las futbolistas musulmanas puedan jugar con una capucha que les tape el cabello y el cuello.
La sociedad saudí se ampara -nos cuenta Espinosa- en “razones culturales y religiosas” para apartar a las mujeres del deporte y excluirlas de la educación física (“la virginidad de las niñas podría resultar afectada por el exceso de movimiento y los saltos”, según un jeque asesor de la Casa Real, mientras que otro influyente clérigo considera los deportes para la mujer como “pasos del diablo” que la conducirían a un comportamiento antiislámico y a la corrupción moral). De modo que, sin que se prohíba por escrito, la práctica deportiva está proscrita allí si se hace “en público”, si bien las pegas que se ponen se centran en el vestuario de las deportistas y en el riesgo de mezcla con el otro sexo. De ahí que haya sido recibido con alborozo que el Comité Olímpico Internacional (COI) inicie conversaciones con diversos comités nacionales y que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) haya autorizado que las futbolistas musulmanas puedan jugar con una capucha que les tape el cabello y el cuello.
El aplauso a la FIFA de muchas deportistas musulmanas tendría que convertirse en abucheo por parte de las mujeres -y de los hombres- de países democráticos, que tratan de avanzar hacia la igualdad de sexos. Es insoportable el mantenimiento, a estas alturas del siglo XXI, de la separación entre deportistas por la única diferencia de género. El esfuerzo que la FIFA seguramente ha realizado para autorizar, con carácter de prueba, que las mujeres puedan practicar el fútbol entre ellas tapando parte de su anatomía, de modo contrario a lo que la higiene y la salud aconsejan, resulta mucho más costoso que la decisión de iniciar -igualmente durante un periodo de prueba todo lo largo que sea necesario- un proceso para la práctica del fútbol mixto, entre hombres y mujeres.
Dado que el fútbol es el deporte-rey, el criterio igualitario se extendería a los otros deportes y se iniciaría a nivel estatal, si bien sería bien recibido entre los partidarios de la igualdad de sexos ese toque de atención desde la FIFA y otros organismos como el COI. Hace tres años, el Consejo Superior de Deportes (CSD) de España elaboró un Manifiesto por la Igualdad y la Participación de la Mujer en el Deporte, que proyectaba “superar prejuicios y estereotipos” y “garantizar la plena igualdad (…) en todos los ámbitos y a todos los niveles”. Yo saludé entonces esa proclama (véase "Un sexo no tan débil), que me temo que haya sido enterrada por la crisis.
Creo que para impedir la práctica del deporte mixto, sigue sin ser válido el argumento de la fortaleza física del hombre y la debilidad de la mujer. Esa coartada caducó cuando se empleó, durante lustros, para cerrar a la mujer el camino de la milicia y de la Guardia Civil, igual que cuando se le negó capacidad para ejercer la judicatura, entre otras profesiones de hombres.
La obsesión por establecer justificaciones antropológicas para discriminar a las mujeres resulta cada vez más anacrónica y acientífica. En un meticuloso trabajo, Malén Ruiz de Elvira, tras consultar neurocientíficos, neuropsicólogos, biólogos y otros expertos, llega a la conclusión de que, existiendo distinta anatomía cerebral, no hay diferencia “en lo que es el núcleo duro de la capacidad intelectual”.
La igualdad de derechos entre ambos sexos terminará imponiéndose, sin que la práctica mixta del deporte sea una excepción, incluida la posibilidad de que futbolistas de ambos sexos compartan las selecciones nacionales de sus respectivos países, emblemáticas de unas naciones que no solo cuentan con hombres.
FUENTE: http://blogs.elpais.com/mujeres/2012/04/futbol-mixto.html
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