jueves, 28 de noviembre de 2013

Josefina Castellví, pionera en la Antártida, vuelve a los hielos con casi 80 años


La primera mujer directora de una base científica en la Antártida regresa a la isla Livingston 25 años después. La película 'Los recuerdos de hielo', de Albert Solé, reivindica la figura de la científica y su espíritu de pasión, vitalidad y esfuerzo


La primera mujer directora de una base científica en la Antártida fue Josefina Castellví, una catalana que ahora, ya jubilada y 25 años después de aquella aventura, ha vuelto a bahía Sur, en la isla Livingston. El director Albert Solé la ha acompañado con su cámara para dejar testimonio de este viaje -un recorrido emocional- y para reivindicar la figura de una mujer científica que deja un legado de esfuerzo, vitalidad y pasión. "Ella, como otras mujeres de mi vida, me ha recordado que lo importante es la pasión que pones en las cosas", asegura el director de Los recuerdos de hielo, película documental que recoge la crónica de esta vuelta a la Antártida y que llega este viernes a las salas.
Oceanógrafa, experta en Biología Marina, Premio Nacional de Cultura de Catalunya 2013, Josefina Castellvi 'Pepita' ha vuelto con casi 79 años a la Base Antártica Juan Carlos I. Allí llegó por primera vez en 1986 con otros tres científicos, liderados por Antoni Ballester. Sobre el hielo de la isla plantaron una tienda de campaña y, con la ayuda de los colegas polacos, consiguieron presionar lo suficiente al Gobierno español para que dos años más tarde se vinculase al Tratado Antártico. "Pasión, esfuerzo y sacrificio" son las tres claves que movieron a esta pionera, que una vez levantado el laboratorio de la base, se iba allí a dormir en el suelo porque no soportaba los ronquidos de todos los hombres en el dormitorio colectivo.

Sobredosis emocional

"Era un mundo muy masculino. Pero mis once 'masculinos' me aceptaron", explica Castellví, que reconoce que el regreso a la Antártida ha sido para ella una especie de sobredosis emocional. Un chute sentimental que en el caso del director Albert Solé (Goya al Mejor Documental por Bucarest, la memoria perdida) se traduce en una sorpresa mayúscula.
"Lo impresionante es que la Antártida es una especie de mundo suspendido donde las reglas sociales no existen"
"Sí. Ha sido una sorpresa. Más allá del paisaje, de estar en un sitio que no tiene noche y día, lo impresionante es que la Antártida es una especie de mundo suspendido donde las reglas sociales no existen. Allí no hay dinero, todo es intercambio. Los turnos de limpieza en la base son rotatorios y para todos, sin ninguna excepción. Es así desde el principio. Y ese espíritu de cooperación entre diferentes países... Hay algo de utópico allí. Es como una sociedad en el futuro".
Paradójicamente, en este rincón del mundo, donde desaparece la codicia para dejar paso a la solidaridad, es donde de una forma más evidente se advierte la degradación del planeta. "No tanto como en el Polo Norte, pero, sí, allí se ve", asiente entristecida esta veterana científica, que, confiesa la fascinación que siente por este continente "inhóspito, frío, anguloso, de paisaje duro. Hasta tocar el hielo me gusta".

Pobres de solemnidad

"Si crees en una idea, lo demás es solo trabajo"
Josefina Castellví llegó allí cuando los científicos españoles eran "pobres de solemnidad", pero en el espíritu de esta pionera los límites económicos no eran un grave problema. "Había que hacerlo y lo hicimos", dice y añade: "Lo importante, lo que más cuesta, en general, es creer en una idea. Esto de creer cuesta mucho, pero si lo consigues, si crees en esa idea, lo demás es solo trabajo y sabes que trabajando llegarás".
Ella y sus compañeros trabajaron mucho. Levantaron con sus propias manos el laboratorio, el dormitorio, las duchas... Pelearon y pelearon para que España se adhiriera al Tratado Antártico, hicieron muy buenas relaciones con los colegas de otros países con bases también allí. Y ahora, jubilada hace tiempo y pendiente siempre de su maestro Antoni Ballester, solo quiere contagiar su ánimo a los jóvenes científicos españoles, que no viven sus mejores momentos.
"Me gustaría que esta película sirviera para movilizar a la juventud, para darles ánimos"
"Me gustaría que esta película sirviera para movilizar a la juventud, para darles ánimos. Creo que en ella se ve muy bien que la ciencia no es nada aburrida, y que para contestar a las preguntas que nos hacemos solo hay que trabajar y así descubrir si podemos sacar la verdad. Es como una película de misterio, donde hay que ir avanzando en una investigación", explica Josefina Castellví, que, además, confiesa que le haría ilusión que Los recuerdos de hielofuncionara también como "un ensayo de divulgación científica de primera mano. Que los jóvenes vean que esto no es una ficción".

Mensaje de vitalidad

"Yo espero que la gente tenga conocimiento de algo tan exótico como este grupo de españoles que estuvo allí luchando", afirma Albert Solé, que, además, quiere "reivindicar la figura de Pepita y mostrar su mensaje de vitalidad. Me gustaría muchísimo que la película sirviera de transmisión de ese espíritu y que ello movilizara".
Inocular el virus del trabajo en equipo, infectar de aventura a los jóvenes científicos y contaminarles de pasión son los mejores deseos de este tándem. Juntos han hecho un viaje, un trayecto emocional, ella, un recorrido de conocimiento, él. "He visto allí el progreso, más eficacia en el trabajo, más especialización. De ello solo puedo felicitarme, pero lo más importante ha sido el choque emocional", afirma Josefina Castellví, que, sin quererlo, ha devuelto a Alberto Solé "a un paisaje conocido, al de la actitud de las mujeres de mi vida. Independientemente del campo en el que se muevan, para ellas, como para Pepita, lo importante es la pasión que pongas en las cosas".

Fuente: EL PÚBLICO

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