Quisiera comenzar este blog por felicitar a las chicas
del Bera Bera de balonmano y a las de la Real Sociedad de hockey hierba
por la satisfacción que nos han vuelto a dar, al ganar y quedar
subcampeonas en sus respectivas modalidades en la Copa de la Reina que
tuvo lugar hace unas semanas. Felicidades a las jugadoras, familiares,
equipo técnico, directivos y aficionad@s.
Sin embargo, a pesar de las alegrías (y ya van unas cuantas) que nos
da el deporte femenino, éste sigue estando en una clara inferioridad con
respecto al deporte masculino, tanto profesional como aficionado. De
hecho, hace breves fechas, un reportaje
del Diario Vasco ahondaba en la creciente desvinculación de las chicas
para con el deporte a partir de los 14 años. No parece tener mucho
efecto aún en patrocinadores, aficionados y medios de comunicación el lema olímpico
por el cual “la práctica del deporte es un derecho humano y todas las
personas deben tener la posibilidad de practicar cualquier deporte sin
ningún tipo de discriminación”. Naturalmente, los Juegos Olímpicos
representan a la élite del deporte profesional, pero también nos ofrecen
una instantánea de las tendencias socioeconómicas actuales.
La amplia evidencia empírica existente demuestra que las mujeres que
practican deporte de manera regular obtienen unos retornos crecientes a
lo largo de su vida. Así, muestran un mejor desempeño en su etapa
formativa, tienen menos problemas de salud, logran mejores puestos de
trabajo en su etapa adulta, y compiten de igual a igual en áreas
tradicionalmente dominadas por el género masculino como la ciencia. Esta
tendencia es aún más notable en grupos sociales y etnias minoritarios,
en los cuales la práctica del deporte dota a las mujeres de mayor
autoconfianza e independencia socioeconómica y cultural. De hecho, las
mujeres que practican deporte en grupos étnicos minoritarios obtienen
mejores resultados académicos, y muestran una menor tasa de abandono
educativo que aquellas que no lo hacen.
El coste de introducir programas deportivos orientados a las mujeres,
o de mejorar los ya existentes, puede ser elevado, principalmente en
sociedades pobres en las que las prioridades se orientan a la
alfabetización y a la salud. Sin embargo, como veremos a continuación,
invertir en una educación deportiva puede también producir unos retornos
significativos para las sociedades. En los países en vías de desarrollo
las mujeres padecen muchas barreras que dificultan una mayor
participación en el deporte. Algunos de ellos son la persistencia de
roles de género estrictamente forzados, restricciones legales a la libre
movilidad, la falta de apoyo familiar, una cultura tradicional, y la
dificultad o imposibilidad de practicar deporte al aire libre por el
riesgo que ello puede conllevar para su integridad física. Países como
India, Afganistán, Kenia, Uganda, Zambia, Colombia, Nicaragua, El
Salvador o Egipto están introduciendo de manera progresiva programas que
no sólo garanticen el libre desempeño deportivo de las mujeres y una
mayor integración entre el deporte masculino y el femenino, sino que
ayuden a desmitificar el papel de las mujeres en sus sociedades.
Uno de los elementos que está ayudando a dicha labor es el efecto
demostración que tiene la participación de las deportistas profesionales
que participan en eventos seguidos por millones de personas como los
Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo. Las figuras encarnadas por la
etíope Deratu Tulu (primera mujer africana negra en lograr una medalla
de oro olímpica en Barcelona 92, la logró en los 10.000m), la india
Saina Nehwal (medalla de bronce en bádminton en Londres 2012), la
tajikistaní Mavzuna Chorieva (bronce en peso pluma en Londres 2012), o
la brasileña Marta Vieira da Silva (conocida como “la Pelé femenina”)
están ayudando a romper con ciertos estereotipos y roles atribuidos al
sexo femenino, y a generar una nueva corriente de pensamiento y de
actitud en las nuevas generaciones. Más cerca, no nos podemos olvidar de
heroínas como Ruth Beitia, Naroa Agirre, Mireia Belmonte, Maider Unda,
Sofía Toro, Tamara Echegoyen y Angela Pumariega, y otras tantas mujeres
que tanto en deportes individuales como de equipo (fútbol, baloncesto,
waterpolo, balonmano, taekwondo, sincronizada) han conseguido éxitos
deportivos a nivel internacional y están promoviendo la práctica de
deportes minoritarios.
En un artículo recientemente escrito por Barbara Kotschwar,
la autora muestra los beneficios que se pueden conseguir en áreas como
la educación, la salud, o el liderazgo utilizando al deporte como
vehículo catalizador de los mismos. A modo de ejemplo podemos citar los
trabajos de Mason y King
(2001), que demuestran que aquellos países que ofrecen la misma
educación a mujeres y a hombres pueden llegar a obtener hasta un 1.5%
más de crecimiento económico (en términos de PIB per cápita) que
aquellos países en lo que no hay igualdad a dicho acceso a la educación.
También es digno de mención en reciente trabajo de Robert Barro
(2012), quien muestra que a menor tasa de abandono escolar femenino en
educación primaria, mayor es el crecimiento económico futuro.
Dado el creciente número de veces que escuchamos en los medios y en
el ámbito político los beneficios de la igualdad de género, no estaría
mal que comenzásemos por igualar el acceso al deporte y la diseminación
del mismo como una vía para lograr una igualdad real tanto social,
cultural, económica y políticamente.
Algunas vías para conseguir esta igualdad pasan por dotar a las
chicas de un entorno seguro para la práctica deportiva. No es raro
contemplar cómo los entrenamientos de los equipos femeninos se producen a
horas intempestivas. Permitir entrenar en las mismas condiciones (p.e.
horarios) que los chicos reducirá el coste de oportunidad del tiempo de
estas chicas y por lo tanto la probabilidad de que abandonen su
práctica. Por su parte, los profesores y tutores deberíamos hacer un
mayor énfasis en sensibilidad de género, animando tanto a chicos como a
chicas a participar en actividades deportivas como parte de su formación
integral.
Finalmente, el sector privado también tiene parte de
responsabilidad. El deporte femenino constituye un mercado potencial
enorme. A modo de ejemplo podemos citar a las 3146 mujeres que
participaron en la carrera de la mujer que tuvo lugar en Donostia el
pasado 9 de Marzo. Apoyando al deporte femenino no sólo hacemos un favor
a la visibilidad de nuestras empresas e instituciones, sino que además
estamos generando una espiral positiva que incidirá positivamente en el
bienestar de todos.
Puedes seguirme en Twitter: @jonmizabala
Fuente: Diario Vasco
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