martes, 1 de abril de 2014

¿Qué papel desempeña el deporte femenino en el desarrollo económico y social?

Quisiera comenzar este blog por felicitar a las chicas del Bera Bera de balonmano y a las de la Real Sociedad de hockey hierba por la satisfacción que nos han vuelto a dar, al ganar y quedar subcampeonas en sus respectivas modalidades en la Copa de la Reina que tuvo lugar hace unas semanas. Felicidades a las jugadoras, familiares, equipo técnico, directivos y aficionad@s.

Sin embargo, a pesar de las alegrías (y ya van unas cuantas) que nos da el deporte femenino, éste sigue estando en una clara inferioridad con respecto al deporte masculino, tanto profesional como aficionado. De hecho, hace breves fechas, un reportaje del Diario Vasco ahondaba en la creciente desvinculación de las chicas para con el deporte a partir de los 14 años. No parece tener mucho efecto aún en patrocinadores, aficionados y medios de comunicación el lema olímpico por el cual “la práctica del deporte es un derecho humano y todas las personas deben tener la posibilidad de practicar cualquier deporte sin ningún tipo de discriminación”. Naturalmente, los Juegos Olímpicos representan a la élite del deporte profesional, pero también nos ofrecen una instantánea de las tendencias socioeconómicas actuales.

La amplia evidencia empírica existente demuestra que las mujeres que practican deporte de manera regular obtienen unos retornos crecientes a lo largo de su vida. Así, muestran un mejor desempeño en su etapa formativa, tienen menos problemas de salud, logran mejores puestos de trabajo en su etapa adulta, y compiten de igual a igual en áreas tradicionalmente dominadas por el género masculino como la ciencia. Esta tendencia es aún más notable en grupos sociales y etnias minoritarios, en los cuales la práctica del deporte dota a las mujeres de mayor autoconfianza e independencia socioeconómica y cultural. De hecho, las mujeres que practican deporte en grupos étnicos minoritarios obtienen mejores resultados académicos, y muestran una menor tasa de abandono educativo que aquellas que no lo hacen.

El coste de introducir programas deportivos orientados a las mujeres, o de mejorar los ya existentes, puede ser elevado, principalmente en sociedades pobres en las que las prioridades se orientan a la alfabetización y a la salud. Sin embargo, como veremos a continuación, invertir en una educación deportiva puede también producir unos retornos significativos para las sociedades. En los países en vías de desarrollo las mujeres padecen muchas barreras que dificultan una mayor participación en el deporte. Algunos de ellos son la persistencia de roles de género estrictamente forzados, restricciones legales a la libre movilidad, la falta de apoyo familiar, una cultura tradicional, y la dificultad o imposibilidad de practicar deporte al aire libre por el riesgo que ello puede conllevar para su integridad física. Países como India, Afganistán, Kenia, Uganda, Zambia, Colombia, Nicaragua, El Salvador o Egipto están introduciendo de manera progresiva programas que no sólo garanticen el libre desempeño deportivo de las mujeres y una mayor integración entre el deporte masculino y el femenino, sino que ayuden a desmitificar el papel de las mujeres en sus sociedades.

Uno de los elementos que está ayudando a dicha labor es el efecto demostración que tiene la participación de las deportistas profesionales que participan en eventos seguidos por millones de personas como los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo. Las figuras encarnadas por la etíope Deratu Tulu (primera mujer africana negra en lograr una medalla de oro olímpica en Barcelona 92, la logró en los 10.000m), la india Saina Nehwal (medalla de bronce en bádminton en Londres 2012), la tajikistaní Mavzuna Chorieva (bronce en peso pluma en Londres 2012), o la brasileña Marta Vieira da Silva (conocida como “la Pelé femenina”) están ayudando a romper con ciertos estereotipos y roles atribuidos al sexo femenino, y a generar una nueva corriente de pensamiento y de actitud en las nuevas generaciones. Más cerca, no nos podemos olvidar de heroínas como Ruth Beitia, Naroa Agirre, Mireia Belmonte, Maider Unda, Sofía Toro, Tamara Echegoyen y Angela Pumariega, y otras tantas mujeres que tanto en deportes individuales como de equipo (fútbol, baloncesto, waterpolo, balonmano, taekwondo, sincronizada) han conseguido éxitos deportivos a nivel internacional y están promoviendo la práctica de deportes minoritarios.

En un artículo recientemente escrito por Barbara Kotschwar, la autora muestra los beneficios que se pueden conseguir en áreas como la educación, la salud, o el liderazgo utilizando al deporte como vehículo catalizador de los mismos. A modo de ejemplo podemos citar los trabajos de Mason y King (2001), que demuestran que aquellos países que ofrecen la misma educación a mujeres y a hombres pueden llegar a obtener hasta un 1.5% más de crecimiento económico (en términos de PIB per cápita) que aquellos países en lo que no hay igualdad a dicho acceso a la educación. También es digno de mención en reciente trabajo de Robert Barro (2012), quien muestra que a menor tasa de abandono escolar femenino en educación primaria, mayor es el crecimiento económico futuro.

Dado el creciente número de veces que escuchamos en los medios y en el ámbito político los beneficios de la igualdad de género, no estaría mal que comenzásemos por igualar el acceso al deporte y la diseminación del mismo como una vía para lograr una igualdad real tanto social, cultural, económica y políticamente.

Algunas vías para conseguir esta igualdad pasan por dotar a las chicas de un entorno seguro para la práctica deportiva. No es raro contemplar cómo los entrenamientos de los equipos femeninos se producen a horas intempestivas. Permitir entrenar en las mismas condiciones (p.e. horarios) que los chicos reducirá el coste de oportunidad del tiempo de estas chicas y por lo tanto la probabilidad de que abandonen su práctica. Por su parte, los profesores y tutores deberíamos hacer un mayor énfasis en sensibilidad de género, animando tanto a chicos como a chicas a participar en actividades deportivas como parte de su formación integral.

Finalmente, el sector privado también tiene parte de responsabilidad. El deporte femenino constituye un mercado potencial enorme. A modo de ejemplo podemos citar a las 3146 mujeres que participaron en la carrera de la mujer que tuvo lugar en Donostia el pasado 9 de Marzo. Apoyando al deporte femenino no sólo hacemos un favor a la visibilidad de nuestras empresas e instituciones, sino que además estamos generando una espiral positiva que incidirá positivamente en el bienestar de todos.

Puedes seguirme en Twitter: @jonmizabala

Fuente: Diario Vasco

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